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  • Foto del escritorBaltazar Vera

DE LA SALVACIÓN A LA PENITENCIA.

Aparecen en la segunda mitad del siglo XVIII generando controversia y especulación. Durante sus primeros años son vistos como un lugar de abandono y profano, no existía una relación directa con el tema de santidad, tal y como lo es ahora. En la modernidad es percibido como un sitio de coyuntura entre la vida y la muerte.


Para algunos es un lugar apacible y santo, pero otros lo perciben como lúgubre y penitenciario. Apartado de un sin fin de arbitrariedades que pueden nacer entorno al significado de un cementerio, está lo que representa y simboliza socialmente.


No son subjetividades, es la evidencia que resguardan en su interior estos sitios tan particulares que dan crédito a su significado.

>> Son tan enigmáticos que la novela de Frankenstein guarda relación con los largos paseos que realizó Mary Shelley en un cementerio. (Aquí te cuento todo acerca de ello: CLICK AQUÍ)

Los panteones, como también se le conoce, guardan cierto vínculo con el ritual propiamente de la muerte; una definición muy ambigua es la de “lugar en el que yacen los restos mortuorios de las personas”. Dicha definición, por tanto, ubica el entierro como el acto que marca y precede al cementerio per se.


La existencia de una necrópolis antecede al ritual del entierro. En la antigüedad, tanto hebreos, griegos y romanos tenían la costumbre de enterrar a sus muertos en las afueras de las ciudades.


Estos entierros se realizaban muchas veces en función de la clase social de las personas. Todos ellos eran realizados en las afueras de la ciudad como concepción de que la cercanía con los muertos resultaba desagradable y terrorífica.


Era, incluso, una regla absoluta impedir el contacto con los fallecidos.


De la salvación a la penitencia.

Conforme la iglesia fue estructurándose hasta llegar al día de hoy, fue gestando el ritual de inhumación bajo preceptos estrictamente cristianos.


La muerte para la iglesia católica es un paso más dentro de la vida religiosa que antecede al descanso eterno y al gozo con Dios; el sentido de las oraciones y las misas póstumas cobran relevancia al entender que el muerto recibe ayuda del vivo para conseguir el perdón de sus pecados.


Por ende, yacer cerca a la imagen de cristo tenía un valor dentro del imaginario social de cercanía con Dios, poseyendo así una oportunidad más certera del perdón y del descanso. Por lo tanto el morir y ser enterrado en campo santo era parte del proceso de salvación.

Los entierros comenzaron a ser realizados dentro de las iglesias; pero como era de esperarse, solamente podían ser enterrados ahí quienes tenían el dinero suficiente para pagar por los servicios religiosos.



Los pobres muy seguramente terminaban enterrados en algún lugar de la zona rural.


Sin embargo, y a pesar del gran lazo que existía entre el muerto y el sitio cristiano, la iglesia comenzó a saturarse, provocando un estado de insalubridad en las iglesias y en las ciudades. Los olores fétidos ya empezaban a ser un problema de salud pública y la necesidad de encontrar una solución era cada vez más evidente.


En Europa a mediados del siglo XVIII es cuando buscan reformar estos menesteres religiosos, siendo fundamentada cristiana y científicamente la idea por sabios de la época.


Promovieron el restablecimiento de los cementerios en las afueras de las ciudades, tomando en cuenta una serie de consideraciones para su construcción.

La idea de colocar los cementerios fuera de las iglesias y alejados de la ciudad no era de hecho algo nuevo, ya que desde principios del siglo VI después de Cristo se tenía dicha costumbre.

Rechazo a los cementerios.

Como consecuencia de dicha reforma tanto la sociedad como la misma iglesia no tomaron por serio dicho señalamiento y lo pasaron por alto. El paradigma social de la muerte contemplaba el descanso eterno dentro de suelo cristiano, lo que significaba yacer en territorio de un templo; morir y no cumplir con ello sería visto como una crueldad.


Para la sociedad el cementerio representó lejanía respecto a su familiar ya difunto, mientras que para el futuro muerto representaría soledad y castigo eterno.


Por su parte, la iglesia no sólo se preocupaba por la salvación del alma, sino también por la pérdida de ingresos que percibía por todo el proceso post morten del #cristiano y que representaba gran parte de sus “ganancias”.


Desafortunadamente para algunos, y afortunadamente para otros, la inhumación en el cementerio no fue opcional, se prohibió el entierro en iglesias. Sólo los más allegados a los presbíteros tenían el honor de ser enterrados en ellas, lo cual se puede constatar al encontrar evidencia de lapidas en iglesias que datan de la segunda mitad del siglo XVIII, periodo en el cual ya estaba prohibido ser inhumado dentro de los templos.


Pero, ¿Qué tienen las iglesias que no poseían los cementerios y que desataba el pesar de la gente? Muy lógico, las imágenes.


En los cristianos católicos las imágenes representan un papel mediador en relación a Dios; mientras más próximo al santo se encontraran,  mayor oportunidad de salvación poseían. (Totum Ex Parte: La parte es al todo lo que la imagen a la cosa representada).



"Virgen de Guadalupe", escultura sobre tumba en cementerio público de "San Román", Campeche, México. Fotografía por Baltazar Vera Gutiérrez. 2018


Esta percepción de las imágenes santas provocó que velozmente los cementerios cobraran un sentido artístico al comenzar a colocar esculturas de santos y ángeles sobre las tumbas como una oportunidad de salvación.


Con el pasar de los años, estas figuras fueron también marcando una notable diferencia de peldaños sociales que existían entre un muerto y otro.


División social después de la muerte.

En un principio el entierro en el cementerio era símbolo de pobreza. Distinguir entre nosotros y los otros era algo necesario. Ese sentido de identidad seguía manifestándose aun en la muerte y se evidenciaba en la arquitectura y ubicación de la tumba.


De este modo podemos distinguir fácilmente que quienes poseían criptas de mármol, piedra tallada, esculturas, o mausoleos familiares representaban un estrato social alto. Hay tumbas que poseían #jardines anexos, bancas y oratorios.


A su vez se encuentran las tumbas adornadas modestamente con bases para flores e inscripciones; estas solían representar un estrato social intermedio. Por otro lado estaba la clase baja la cual poseía tumbas sin acabados y sin esculturas; tan solo la inscripción con datos del muerto.


Y en un peldaño aún más bajo estaban quienes terminaban en la fosa común, sin el recurso o la propiedad para el ritual y que pasaban al olvido.


Los cementerios no son sólo el sitio de entierro, son una proyección muy clara de la vida activa de una sociedad.


Ir a un panteón y observar su estructura así como la distribución de las tumbas y la arquitectura de cada una de ellas puede ser una forma muy particular de conocer una parte de la sociedad y de su cultura. Es ver la vida a través de los ojos de la muerte.


Para la realización de esta nota se consultaron varias fuentes, en especial el libro “Suciedad y orden. Reformas sanitarias borbónicas en la Nueva Granada 1760 – 1810.” De Alzate E., Adriana.

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