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  • Foto del escritorBaltazar Vera

MARY SHELLEY, VISITA EN EL CEMENTERIO.

Actualizado: 29 ene 2019

Los cementerios pueden resultar sitios tan aterradores como místicos. El tabú y las leyendas urbanas poseen una plaza especial dentro de tan enigmático territorio.



Los campos santos son el punto de coyuntura entre el mundo de los vivos y los muertos. A lo largo y ancho del mundo adquieren una relevancia cultural muy específica y propia del sitio en el que se encuentren.


La inspiración no discrimina sitio alguno, se presenta en cualquier lugar al que le permitamos entrar con uno mismo; los cementerios no son la excepción. El notable ejemplo de esto es la famosa novela "Frankenstein", la cual se gesta durante largos ratos de lectura de Mary Shelley en St. Pancras, el cementerio donde su madre yace.


Mary Elizabeth Shelley siempre vio una conexión entre la muerte y el amor. Ella solía visitar el cementerio para hablar con su madre y… con su amante. Su vida, y la obra que gestó y le dio la fama, estarían unidos de por vida a tan particular sitio.


Pocos es conocido que tan sólo el padre de Mary logró ver publicada la novela que la hizo trascender en el mundo, pues su madre, Mary Wollstonecraft Godwin, murió días después de dar a luz a la pequeña Shelley. La causa de la muerte se debió a la fiebre puerperal que adquirió de manos del médico que la atendió durante el parto, ya que este no utilizó guantes durante el proceso.


A partir de ese momento la vida de Mary estaría marcada. Cuando era aún pequeña su padre la llevó por primera vez al cementerio en el que se encontraba su madre, y desde entonces continuó yendo, en especial después del segundo matrimonio de su padre. Después de eso, “la única madre real que tuvo Mary Shelley fue una lápida”, tal y como escribe Sandra M. Gilbert.


La lectura fue, por así decirlo, la única forma en que Shelley construyó su identidad al pasar largas horas en el cementerio leyendo las obras de sus padres. “Se puede decir que Mary Shelley “leyó” a su familia y se relacionó con la lectura, ya que los libros parecen haber funcionado como sus padres sustitutos, páginas y palabras representando la carne y la sangre.”


Hasta entonces el cementerio tenía el calificativo de un lugar de lectura y como medio de comunicación con su madre; pero eso cambió y adquirió una nueva relevancia cuando conoció a Percy Shelley, su futuro esposo.


El encuentro entre ambos se debió a una cena organizada en casa de los Godwins, quienes gustaban de mantener un hogar intelectual, con visitantes como el ensayista radical William Hazlitt; el pintor Thomas Lawrence; el químico Humphry Davy; y el poeta Samuel Taylor Coleridge. Pero ninguno causó gran interés en Mary como Percy, un ferviente admirador de su padre.


La pareja se encontró de nuevo en 1814 y, a pesar del hecho de que Mary tenía tan solo 16 años de edad y él siendo un poeta de 21 años y casado, comenzaron a realizar caminatas en el St. Pancras. Mary se sentía atraída por el idealismo, la intrepidez y lo que su amigo Thomas Jefferson Hogg llamaba “su salvaje, intelecto, no terrenal”.


La pareja se declararon su amor el uno al otro en Junio y poco después tuvieron sexo por primera vez, como “la tradición afirma”, en el cementerio, de acuerdo con Garrett.


“La tumba de su madre: el escenario parece un lugar inusualmente sombrío, incluso macabro para leer, escribir o hacer el amor.” Notas de Gilbert.

A pesar de eso, para Mary Shelley el cementerio no era simplemente un depósito de cadáveres en descomposición, era un lugar donde leía para profundizar su educación literaria y su comunión con su madre, y un lugar en el cual ella era inducida dentro de los misterios de la sexualidad.


Como es de esperar, esta concepción e idea que Shelley se forjó respecto al cementerio como un lugar no sólo prohibido sino de conocimiento se reflejó en su famoso trabajo “Frankenstein”. Siendo estudiante Victor Frankestein complementaba sus estudios de química y anatomía con visitas al cementerio que provocaron el mayor momento aha de Víctor, del cual depende el resto de la novela.


El hecho de que el monstruo de Frankenstein esté ensamblado a partir de fragmentos de cadáveres tiene un paralelismo en la formación de Mary de su propia identidad: en cierto sentido, ella es como su propia criatura, sin una madre, reuniéndose con fragmentos muertos en forma de libros.


Como señala Gilbert, hay otras formas de leer el monstruo de Frankenstein como sustituto de Mary Shelley, y de la feminidad en general. Mientras que la cultura pop le encanta fijarse en Víctor como el científico loco, algunas de las partes más conmovedoras del libro provienen del monólogo del monstruo, que Gilbert lee como "una meditación filosófica sobre lo que significa nacer sin un" alma "o una historia, así como una exploración de lo que se siente ser una masa sucia que se mueve y habla, como una cosa, u otra, o una criatura del segundo sexo".


Ella encuentra el hecho de que el monstruo lee "Las vidas" de Plutarco como un medio para presentarle la “Historia” que su parentesco inusual le ha negado, el tipo de historia que las mujeres también han sido excluidas tantas veces. Para Mary Shelley en particular la idea de nacer sin una historia probablemente conllevaba un dolor particular. La idea de hacer que el monstruo al leer “Las vidas" se encontrará a él, pudo haber surgido de la necesidad de presentar una sutil analogía con la propia formación de Shelley.


En la novela el monstruo lee "Las vidas" de Plutarco mientras permanecía escondido; Shelley leía las obras de sus padres en el cementerio, alejada del resto. Ambos aprendieron tanto de esas lecturas.

La criatura, por supuesto, nunca es nombrada. Shelley entendió la conexión entre los nombres y la legitimidad social en una sociedad patriarcal, como señala Gilbert. Incluso pudo haber sido consciente del hecho de que desde su nombre de nacimiento, Mary Wollstonecraft Godwin, era la misma que la mujer que había muerto después de dar a luz, ella misma era "una reanimación de los muertos, una especie de cadáver galvanizado".


La ausencia de un nombre en el monstruo permite verse reflejado, de una forma más real y empática, con la identidad de Shelley, de la humanidad, o de esa relación entre la ausencia de una historia propia y la razón de la existencia humana.


Esta nota fue sintetizada del artículo “Mary Shelley’s Obsession with the Cemetery “de Bess Lovejoy el cual puede ser encontrado en el siguiente enlace: AQUÍ

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